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Monumento profético que alumbrara hasta el fin

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Serie: Las Profecías Bíblicas - Esperanza de las Naciones

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Origen y fin de la tristeza

Cuando vino el cumplimiento del tiempo

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En el pasado Dios hizo esfuerzos incansables para tener una relación y comunión con el hombre. El deseo de él es estar siempre en compañía del hombre, con ese propósito fuimos creados. Lamentablemente la raza humana que por elección propia opto de romper este vínculo, de disfrutar de la compañía de Dios y apartarse de la voluntad de Dios.

 

No obstante, el amor de Dios es indescriptible, que trasciende de generación en generación y abarca desde los mismos portales del Edén, hasta el Edén restaurado. “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos”. Salmos 103:17.

 

En este sentido debemos apreciar de corazón el regalo de la misericordia

divina, desear fervientemente conocer la voluntad de Dios y seguro que la

hallaremos. No hay pecado que nos pueda separar de Cristo, si estamos

resuelto a dejarlo, además tenemos de lado a Cristo, que nos dará fuerzas

necesarias para poder abandonar el pecado. El amor de Dios nos cubre

como si fuera una gran tienda y está dispuesto a perdonarnos y a limpiarnos

de toda maldad, pero también nos protege contra las asechanzas del

enemigo de las almas.

 

Nada escapa al cuidado de Dios, el conoce el futuro y sabe cuál es la condición del hombre. Como un padre cuida, protege y enseña a su hijo, así nuestro Padre Celestial nos guía a través de nuestro camino. “Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis”. San Juan 14:29.

 

Antes que este mundo fuese, Dios en su misericordia y amor proveyó a su hijo como sacrificio expiatorio por nuestra raza, Cristo entrego su vida voluntariamente, concediéndole al hombre rebelde, una segunda oportunidad y la posibilidad de poder disfrutar de lo que el pecado le había arrebatado. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. 1 San Pedro 1:18-20.

 

No hay precio que se pueda pagar por nuestra salvación. Únicamente

la sangre de Cristo puede redimir al hombre del pecado. Esa sangre

fue ofrecida antes que el mundo fuese, Cristo pensó en ti desde los

días de la eternidad. El hombre que desobedece a Dios o rechaza el

regalo de la salvación jamás tendrá vida eterna. El precio pagado por

cada uno de nosotros fue muy alto, no debemos despreciar el

conocimiento que el Eterno desea que conozcamos.

 

Caída de nuestros primeros padres.

Genesis 3:8-10,21. Hace 4000 años antes de la cruz del calvario, el hombre y su mujer prefirieron escuchar y obedecer a Satanás. Para remediar la desobediencia y la muerte eterna de nuestros primeros padres, Cristo les presento el plan de salvación que ya estaba trazado desde que Lucifer peco. Con ternura nuestro amante Salvador tuvo que explicar a Adán que el moriría para salvar a la raza humana, y como símbolo de este sacrificio, el hombre debía sacrificar un cordero sin mancha.

 

Así fue como el primer altar se levantó en las mismas puertas del jardín edénico, se realizó el sacrificio de una víctima inocente, y la piel de este cordero se utilizó para cubrir la desnudez de Adán y Eva. Ahora bien, la Biblia nos enseña que, a través de los años, todos los hijos de Dios realizaron sacrificios de víctimas inocentes como símbolo de la sangre de Cristo, la cual derramaría por el pecado.

 

Esto sucedió así hasta la muerte de Cristo. Ellos a la verdad fueron salvos por la fe en la sangre de aquel que habría de venir. Hoy nosotros somos salvos por la fe en la sangre de aquel que ya vino.

 

¿Cómo explicaría Cristo el plan de salvación a su pueblo?

El camino de regreso al hogar perdido seria explicado mediante el tabernáculo. Moisés fue el hombre comisionado para recibir la revelación de semejante monumento en el monte Sinaí ya que el pueblo de Israel no soportaba la presencia del Eterno, y en su desesperación para no ser destruidos pidieron al siervo de Dios que hablara por ellos. Éxodo 20:18-21. El pecado nos incapacita para vivir con Dios, pero Cristo quiere habitar con nosotros.

 

Su Santuario junto a nosotros, 1445 a.C.

 

Salmos 102:19-20. “Porque miró desde lo alto de su santuario; Jehová

miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para

soltar a los sentenciados a muerte”.

 

Jesús quiere explicarnos como se inició el conflicto en el santuario

celestial y quiere a su vez que entendamos como terminara en los

cielos. Dios busca al hombre porque quiere habitar entre nosotros.

Le fue mostrado a Moisés cada detalle de este santuario, que en principio fue transportable, y el Espíritu Santo capacito a este pueblo que venía de la servidumbre de Egipto para realizar tremenda tarea.

 

Como un hábil maestro, el santuario sería un prototipo, para que a través de sus propios elementos y el ritual ejemplificaría y enseñaría al pueblo el plan de salvación y la lucha entre el bien y el mal.

 

Santuario Terrenal.

Tenía dos habitaciones, el lugar Santo y el Santísimo.

 

                                                                                           

                                                                                           En el lugar Santo estaba el candelabro, la mesa de los                                                                                               panes de la proposición (12 panes) y el altar del                                                                                                           incienso.

                                                                                           En el lugar Santísimo se encontraba el arca del pacto                                                                                                 (oro), simbolizando la pureza de la morada del Altísimo.                                                                                            Dentro de ella había una urna con mana    (pan del                                                                                                       cielo), la vara de Aaron que reverdeció y la ley   moral                                                                                               del creador, los diez mandamientos.

 

 

Servicios   del Santuario.

 

En el Lugar Santo: Matutino, Vespertino y   servicio por el pecado.

 

En este lugar entraba el sacerdote cada día para ministrar. El sacrificio matutino  y vespertino se realizaba siempre. La salvación es un don inmerecido del cielo, es un regalo de Dios. El servicio por el pecado era ese don aceptado, cuando el pecador cometía alguna falta traía al santuario una víctima, confesaba su pecado y manifestaba arrepentimiento y aceptación al plan de Dios. Dios entrego a su hijo y nos ofrece gratuitamente su sacrificio. San Juan 3:16.

 

En el Lugar Santísimo:

                                                            Se oficiaba solo unas horas durante un día específico del año, llamado                                                                  “día del Yom Kipur” y se realizaba un ritual especial. Únicamente entraba                                                              al lugar Santísimo el Sumo Sacerdote y “no sin sangre la cual ofrece por                                                                  sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo”. Hebreos 9:7.

 

“                                                            Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para                                                                             reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo”. Levítico 23:28-29. Todos participaban en este momento, todos se acercaban a la tienda del tabernáculo y ponían su corazón en aflicción, era un día de profundo arrepentimiento y dolor por el pecado. El que no mostraba un espíritu contrito y humilde era apartado del pueblo y no heredaría la tierra prometida.

 

“Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió

a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas

conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. Hebreos 8:5. Allí se originó el

pecado, en este lugar se realiza la obra de purificación. Dentro de muy poco el pecado

va a dejar de existir para siempre. Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, ministra en el

Santuario Celestial en favor nuestro. Hebreos 9:24.

 

Daniel 8:14.Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario

será purificado”. Esta profecía de tiempo corresponde a un gran periodo que abarca

muchas cosas que dentro de muy poco en los temas subsiguientes lo analizaremos con más detenimiento, pero estos días proféticos corresponden a 2300 años y conocemos que este tiempo debía contarse a partir de la orden de la reconstrucción del Templo de Jerusalén lo que ocurrió en el séptimo año del reinado de Artajerjes, año 457 a.C. Daniel 9:25.

 

Si contamos desde allí los 2300 años, llegamos al año 1844 d.C, donde Cristo pasaría del lugar Santo al Santísimo para interceder brevemente en favor del pecador arrepentido. “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. Daniel 7:13-14.

 

El triunfo de Cristo le ha otorgado todo el dominio, el poder y la gloria. Desde 1844 d.C. Cristo está presentando su sangre por nuestros pecados en el Lugar Santísimo. Él está intercediendo por nosotros en el Santuario Celestial hoy.

 

Tenemos todavía un breve tiempo para aferrarnos de las manos de nuestro

amante Salvador Jesucristo, no dejemos pasar este momento de arreglar

nuestras vidas con Dios, mientras exista este periodo. Pronto se dirá desde

el santuario celestial: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es

inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía;

y el que es santo, santifíquese todavía”. Apocalipsis 22:11.

 

El tiempo de gracia es breve. La gracia no durara para siempre, que nuestra decisión ahora sea seguir a Cristo por la fe, nuestro Gran Sumo Sacerdote, aceptar su sacrificio y ministerio celestial, en esta hora del fin y así ser salvos.

 

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