top of page

Cuando vino el cumplimiento del tiempo

boxshot-free (2).png

Serie: Las Profecías Bíblicas - Esperanza de las Naciones

992599758a1b913574417e3ce37c3c37-logo-de
1043px-Microsoft_PowerPoint_2013_logo.sv
US$ 12 Donación Sugerida →
ESTATUA FINAL 3 costado izquierdo.png

Monumento profético que alumbra hasta el fin

Conflicto cósmico en torno al Calvario

En las obras de la creación podemos observar la grandeza de nuestro Padre celestial frente a la pequeñez del hombre. Salmos 8:3-4. El Dios eterno nos conoce desde el vientre de nuestra madre, por eso es sabio seguir sus consejos ya que nada escapa a su poder. Dios planifico en forma individual nuestra existencia, y no es por la casualidad que estamos en este mundo. “Tus ojos vieron mi embrión, todo eso estaba escrito en tu libro, habías señalado los días de mi vida, cuando aún no existía ninguno de ellos”. Salmos 139:14-16. Es la voluntad de Dios que vivamos junto a él por una eternidad, para eso se elaboró el plan de salvación. Jesús no fue una persona más en esta tierra. Las profecías mesiánicas anunciaban con muchos años de anticipación la aparición y ministerio de aquel que dividiría la historia humana en dos. Él sería, según el símbolo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y traería salvación a la raza caída.

 

El Cordero divino.

 

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. San Juan 1:29. Juan sabía que Cristo era el cordero prometido, porque conocía las profecías que indicaban el momento preciso de su aparición y el tiempo en la cual él vivía. Así nosotros, si estudiamos las profecías, conoceremos el momento solemne en la que nos toca vivir y que espera Dios de nosotros.

 

¿Quién es el Cordero de Dios?

 

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Dios no tiene principio porque es eterno. Notemos que el Verbo ya existía en el principio. “Desde el principio estaba con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él”. San Juan 1:1-3. La Palabra de Dios nos habla del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

Aquí la Biblia nos enseña que Cristo fue el comisionado para crear todas las cosas que existen. Cristo ejecuto los planes que la divinidad había trazado. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. San Juan 1:14. El apóstol identifica al Verbo, la acción creadora, como el mismo que habito entre nosotros, Cristo, de quien Juan bautista dijo era el cordero de Dios.

 

Aquel que existió antes de la creación, dejo las moradas eternas para nacer en este mundo, ser rechazados por los hombres perversos y ser tu poderoso Salvador. Tal es el amor y el precio que pago la divinidad por ti. Dios no envió a un ángel, porque solo el creador puede volver a crear la mente arruinada por el pecado. El mismo que al mandato de su voz formo todas las cosas, extendió sus manos en la cruz para pagar la deuda que el hombre no puede pagar.

 

Llego en el tiempo señalado.

 

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”. Gálatas 4:4. El plan de salvación es un plan bien organizado, nada sucede por casualidad, porque el gobierno de Dios se basa sobre el orden, la paz, la prevención, la armonía. Cuando vino el tiempo profético indicado, toda la divinidad se apresuró a ejecutar sus designios y Emanuel llego al humilde pesebre de Belén. Fue nacido de María, por eso fue humano como nosotros, y fue engendrado por obra del Espíritu Santo, por eso fue divino. Todo el ritual del santuario señala a Cristo como aquel cordero que quita el pecado del mundo, de acuerdo con las leyes rituales del Templo.

 

Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. Daniel 8:14. Los 2300 años proféticos representan el ministerio de Cristo. Es de suma importancia estudiar estos temas, para poder entender y comprender los propósitos divinos. Los judíos de los tiempos de Jesús no entendieron el ministerio de Cristo porque estaban en oposición a sus propios pensamientos, conveniencias, y deseos propios, ellos querían un rey terrenal que los librara de la aflicción de los romanos. “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”. Daniel 9:24.

 

El ángel comienza a explicar a Daniel la visión, comienza a dividir y separar en periodos más cortos los 2300 años proféticos, justamente para resaltar la obra de Cristo y para que sea más comprensible este periodo de tiempo, para que sus hijos lo puedan reconocer cuando él estuviese entre los hombres. Las 70 semanas estaban “apartadas para el pueblo de Israel” que esto equivale a 490 días o 490 años. Con la interpretación profética de día por año. Ezequiel 4:6.

 

“Sabe, pues, y entiende, que, desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos”. Daniel 9:25.

 

En 7 semanas (49 años) se terminarían de construir las murallas de Jerusalén, por supuesto con luchas y conflictos, por la fuerte oposición de los enemigos de Dios, en este sentido se describe en la profecía bíblica un tiempo de angustia. Luego de 62 semanas haría su aparición el Mesías Príncipe, Jesús en las aguas bautismales, por eso Juan dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. San Juan 1:29. Fue en el momento exacto anunciado por la profecía.

 

¿Por qué Israel se perdió?

 

Es una pregunta muy incesante, como es posible que un pueblo que tenía tanto conocimiento y las profecías, no hayan estado preparados a recibir y comprender a su Mesías. ¿Será que en nuestros días podemos correr con el mismo riesgo frente a la hora profética en la cual vivimos?

 

“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Isaías 7:14. El profeta Isaías anunciaba 700 años antes que el nacimiento del Mesías seria virginal. Los líderes religiosos de aquellos tiempos nunca aceptaron este hecho asombroso, como una señal milagrosa de parte de Dios, al contrario, acusaron a Jesús de hacerse Dios y le decían que era “hijo de fornicación”.

 

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel”. Miqueas 5:2-3. Belén fue la aldea donde nació el Salvador. Cristo dejaría la gloria y la adoración celestial para nacer en un humilde pesebre. Jesús se encarnó y nació de la bienaventurada virgen María.

 

Hecho maravilloso delante de nuestros ojos, motivo de expresión y gratitud, entendamos las palabras de Dios, y dejemos de lado la actitud de los líderes, que, teniendo a Cristo entre ellos, lo rechazaron y menospreciaron, a pesar de tener los rollos sagrados de las Escrituras con ellos.

 

“!Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! !!Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor”. San Mateo 23:37-39.

 

Siglo tras siglo el Señor en su misericordia enviaba mensaje tras mensaje, profeta tras profeta, les dio el Santuario para habitar entre ellos y señalar todo el ministerio de Cristo, y ni así quisieron entender. El que nosotros hoy tengamos interés en estudiar las grandes profecías de la Biblia es un milagro asombroso que el Espíritu Santo provoca en nuestros corazones.

 

“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”. Daniel 9:26.

 

Finalmente, Jerusalén y su hermoso Templo fueron destruidos. Ocurrió en el año 70 de nuestra era por las legiones romanas. Cristo lloro sobre este pueblo que no quiso entender el reino eterno de Dios. Únicamente los que escucharon la voz de Jesús pudieron salvar sus vidas de esta horrenda destrucción. Del Templo no quedo ni siquiera piedra sobre piedra.

 

El Cordero de Dios en la hora señalada.

 

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”. San Mateo 3:13-16. El bautismo de Jesús en el rio Jordán señalo el inicio del comienzo del ministerio del Mesías en favor del hombre.

 

A la hora profética. “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. San Mateo 3:17. La voz del Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma ungieron al divino Salvador. Este hecho del bautismo de Jesús, marca precisamente el momento especifico señalado por la profecía en la visión de Daniel de las 70 semanas, al concluir la subdivisión de las 62 semanas proféticas realizo su aparición Cristo en las agua

 

¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús?

 

Nicodemo, un principal de la sinagoga tenía muchos prejuicios. Por eso fue de noche a ver a Jesús. Los prejuicios son la principal arma del diablo para que el hombre cierre su mente y no escuche la voz del divino Maestro.

 

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. San Juan 3:3-5. 1 día = 1 año (Números 14:34; Ezequiel 4:6) “Hasta 2300 días (o años); y el santuario será purificado” Los 2300 días. Daniel 8:14 70 semanas = 490 años 7 semanas 62 semanas 1 semana 1844 d.C. El Señor pasa del lugar Santo al lugar Santísimo 457 a.C. Decreto de reconstrucción de Jerusalén 409 a.C. Restauración de Jerusalén 27 d.C. Bautismo del Señor 49 años 434 años 7 años 34. d.C. Muerte de Esteban 31 d.C. Muerte del Señor 

 

Solo por medio de la confesión y el arrepentimiento podremos recibir el don inmerecido del perdón de pecados. ¿Estamos dispuestos a reconocer en Jesús al Cordero de Dios que vendría para quitar los pecados del mundo? ¿Tenemos un corazón sencillo y atento a la voz de Dios o nuestra mente está cargada de rebelión y prejuicios? Toda la divinidad se mueve y trabaja para que yo acepte la salvación y el reino eterno. Aceptemos a Cristo en nuestro corazón, ya que el vino a este mundo a buscarnos y llamarnos al arrepentimiento.

 

linea 2300 transparente.png
bottom of page